Este es el verdadero comentario del fútbol
30/04/2013

Un pequeño milagro en Tacuarembó
••Viernes•, 26 de •Abril• de 2013 10:35•
Por Tomás de Mattos
El conocido escritor Tomás de Mattos, ex director hasta hace pocos meses de la Biblioteca Nacional, nos envía esta joyita que hace referencia a los problemas que vive nuestro querido Tacuarembó FC. Con su habitual sencillez y exquisita redacción, describe los avatares por los que ha pasado últimamente el cuadro que representa a Tacuarembó en Uruguay y en el mundo.
"Que dos veces por año unas cuantas instituciones de nuestro fútbol estén al borde de no poder iniciar el campeonato por no pagar sus deudas no es una cuita novedosa. Hay varios cuadros que se han visto marginados del fútbol profesional y otros que, como Bella Vista, han debido resucitar a ultísimo momento, amparados en prórrogas excepcionales.
Desde su descenso, Tacuarembó F.C. afrontó una significativa mengua de sus ingresos. Mientras tanto, sus costos se mantenían en su casi totalidad, para sostener un equipo medianamente competitivo para enfrentar el desafío de un pronto ascenso que volvería a hacerle menos dificultosa su supervivencia y financiar los traslados, casi siempre a Montevideo, cuando jugaba de visitante. No demoró en hundirse en un círculo vicioso del que no podía escapar.
Para este año, su situación era particularmente crítica. Los acuerdos con los contratistas no fructificaron, porque las exigencias de éstos, por cautela o codicia cruel, alcanzaron muy severas condiciones.
Por las actuales perturbaciones de la situación general, también se retaceó el apoyo de las grandes y medianas empresas locales que, sin duda temieron que si contribuían a salir del brete solo conseguirían que al año siguiente el requerimiento fuera aun mayor.
Se consiguió una prórroga y, mientras tanto, un plantel muy joven consiguió siete puntos de los nueve que disputó. Pero este signo halagüeño no fue suficiente. A pesar de sus esfuerzos, la Directiva apenas redujo la deuda, pero no la cubrió en su totalidad. El faltante ascendía a U$S 80.000 y se habían agotado todas las posibilidades imaginables.
Cerrado el último intento de escape, se le informó a la afición que el club no podría pagar su deuda. Restaban uno o dos días para el vencimiento del plazo.
Quedaba, por supuesto, la vía de la colecta popular -a la que, en efecto, se acudió- pero las previsiones eran pesimistas, o "realistas" como se suele llamar a esta forma de escepticismo, tan inhibitoria. Mellado su ánimo por tanto fracaso previo, las ilusiones de los dirigentes estaban muy acotadas. Se estaba muy cerca de fin de mes, con los patrimonios familiares muy menguados. El pedido de auxilio a la hinchada casi era un conato de apaciguamiento de sus conciencias, con la convicción de haber agotado todas las posibilidades, de haber golpeado todas las puertas. Los esfuerzos de sobrevivencia durante quince años estaban a punto de desbaratarse.
Los posibles cooperadores, esos que previamente estaban individualizados con nombre y apellido, respondieron de acuerdo a las respuestas que habían dado. Con lo recaudado en esos aportes no se sobrepasaba la mitad de la cifra necesaria. El éxito o el fracaso de la colecta dependían primordialmente de la cooperación anónima. Si se había acudido a los pudientes y el resultado había sido insuficiente, ¿qué podía esperarse, a esa altura del mes, de la hinchada sin plata? ¿Cuántos tacuaremboenses se sentirían realmente involucrados en el destino final del cuadro?
No había tiempo de preparar una especie de Teletón, aunque las radios colaboraron con sus espacios informativos y deportivos. La colecta se organizó a impulsos improvisados, casi espontáneos. Hubo un perceptible movimiento en la calle y en la sede de la institución. Pero ¿qué podrían recaudar, por ejemplo, unos niños, no mandatados por nadie, con una lata como las que usaban para las actividades de la escuela? El asunto no se solucionaba con monedas. El ritmo del público, por otra parte, no era de vértigo. Tenía sus pausas. Dormía la siesta. No era masivo. Ocurría aquí y allá, en lugares separados. Y la necesidad era apremiante: se disponía de muy poco tiempo. El plazo estaba por vencerse.
Sin embargo, a medida de que transcurrían las horas, los directivos eran tocados por hechos emotivos que les hacían pensar que se podía conseguir el objetivo.
Fueron uno u otro, testigos de sucesos extraños y promisorios.
Uno de ellos, por ejemplo, mientras visitaba a un carnicero, fue detenido por el empleado, quien en comparación le dio más que su dueño. Extrajo de su bolsillo trasero un solitario billete de $ 1.000 y se lo tendió, explicándole: "Es lo que tengo para terminar el mes, pero esto menos puede esperar. Ya se revolverá la patrona. Ya hemos pasado por situaciones parecidas y ella siempre se las ha arreglado".
Otro era bancario y se vio visitado por un cliente habitual, un pequeño comerciante en lucha crónica contra la iliquidez. Se le sentó enfrente y, cosa que nunca, le exigió: "Me tenés que conseguir un vale para hoy. Mañana no me sirve. Quiero colaborar con el cuadro y eso solo lo puedo hacer hoy". La línea que se la había concedido, habilitaba el crédito que solicitaba, pero quedaba agotada y le extinguía el margen de seguridad que tenía para solucionar los apremios de siempre. Le advirtió las consecuencias, pero su cliente no se inmutó. Se limitó a contestarle: "Cuando nos toque, veremos como se cruza ese otro puente, pero este tenemos que cruzarlo hoy".
También se supo de un deudor al que la OSE le estaba por suspender el suministro. Había conseguido el dinero para pagar su deuda pero sin consultar a su pareja decidió desviarlo. El cuadro lo necesitaba más. En la tribuna mientras contemplaba el partido con Cerrito se enorgullecía de que hubiera podido aportar su granito de arena para que Tacuarembó FC pudiera seguir compitiendo. Le habían cortado el agua nomás, no le concedieron más esperas, pero no estaba arrepentido, por más que el cuadro jugó mal y terminó perdiendo y cortando su racha ganadora. "Peor sería -comentó- que estos puntos los hubiera perdido en la liga como todos los otros puntos que le tocará disputar".
Muchos dirán que estas tres son actitudes irresponsables que sumieron en riesgo de privación a necesidades básicas de la familia y, desde la más correcta perspectiva, tendrán razón. Pero, en esa coincidencia de su excepcionalidad, sirvieron para mostrar la inusitada prioridad que le estaba dando la gente a la supervivencia de Tacuarembó F.C. Su causa no podía esperar. Había que preferirla a toda otra alternativa.
Pero esa desprendida y apasionada valoración no estaba evidenciada solo por los hombres hechos y derechos, en edad activa y adictos al fútbol. Una pareja de ancianos se presentó a la sede y entregó temblorosa un pequeño atado de dólares, arrugados y con olor a colchón usado. "Los íbamos guardando para cualquier imprevisto y creemos que llegó el caso. El cuadro no puede desaparecer. ¡Qué sería de nuestros gurises! ". Una niña de corta edad, apenas la suficiente para soñar con una bicicleta, entregó la alcancía en la que venía ahorrando poco a poco para comprársela: "A mi papá le importa mucho el cuadro y esto no puede esperar. A la bicicleta la compraré más tarde, pero la compraré".
Un dirigente me decía: "Yo di algo más que todos ellos, pero di lo que me sobraba, muchos de ellos dieron lo que les faltaba".
Acumulando pequeños donativos, la gente humilde, sin nombre, aportó con exceso. Sobrepasaron en unos U$S 30.000 a la suma que se necesitaba. La dirigencia disfruta la euforia de un alivio que no preveía. Pero, sobre todo, se siente aleccionada. Ha quedado convencida de que su cuadro, superada la peor crisis financiera de su siempre inestable historia, es en realidad invulnerable, si se acude en tiempo y forma a la gente. He oído que se preparan proyectos para darle mayor cauce a lo que no deja de ser la principal fortaleza.
Y a los que no les gusta el fútbol y lo consideran una actividad frívola y secundaria, se les ha ofrecido la lección de que toda causa es realizable si se sabe convocar a la sociedad entera."
Fuente. Avisador

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